Actitud, aptitud y evolución: ¿cómo abrir (o cerrar) la puerta?

Uno de los grandes desafíos de las empresas al incorporar o promocionar personas es decidir quién entra y quién no. La evaluación de talento es clave.

Y para eso, necesitamos un criterio claro y justo. En nuestra experiencia, hay tres aspectos clave que todo líder debería medir con rigor.

1. Actitud: el primer filtro innegociable

La actitud es la chispa inicial. Sin ella, no hay motivación, compromiso ni apertura al cambio.
Es una puerta que se abre o se cierra de inmediato. Si una persona no muestra disposición, implicación o energía positiva desde el primer momento… esa puerta debe cerrarse. Intentar convencer a alguien desmotivado suele ser una pérdida de tiempo y un desgaste innecesario.

2. Tiempo de aprendizaje: ¿tenemos margen real?

La aptitud se construye, no se trae de serie. Se forma con aprendizaje, práctica y experiencia. Pero también debemos preguntarnos:

¿Tenemos el tiempo que requiere esa curva de aprendizaje?

Si el proceso formativo que necesita esa persona no encaja con los tiempos y necesidades del puesto o la empresa, quizás no sea el momento adecuado. Evaluar esto de forma realista es clave.

3. Evolución observable: ¿está aprendiendo y aplicando?

La tercera clave es medir la evolución real: si hay aprendizaje, mejora en la ejecución, y ganas de crecer.

Pero esto no ocurre solo. Requiere presencia y seguimiento del liderazgo.
Estar cerca permite ver si la persona progresa… o si se ha estancado.

¿Cómo se aplica esto en tu empresa?

Pregúntate:

• ¿Cuántos de los que están dentro no deberían haber entrado?

• ¿Cuántos buenos perfiles quedaron fuera por no evaluarlos bien?

• ¿Cuántos promocionados no estaban preparados?

• ¿Y cuántos capacitados nunca recibieron la oportunidad?

Medir actitud, tiempo de aprendizaje y evolución no es una técnica: es una cultura de liderazgo y desarrollo consciente.

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