La actitud es el primer filtro. Una puerta que o se abre o se cierra.

La aptitud, en cambio, se construye con conocimiento y tiempo.

Cuando buscamos alcanzar un objetivo, la actitud es la chispa inicial. Sin ella, difícilmente podemos avanzar. Es lo que nos impulsa a aceptar retos y mantenernos en el camino incluso cuando surgen obstáculos.

Pero la aptitud va un paso más allá. No nace de la nada; se cultiva con el conocimiento y se refuerza con el tiempo. Cada aprendizaje y cada experiencia son estadios que construyen nuestra capacidad para sobresalir en lo que hacemos.

Uno de los mayores desafíos es precisamente medir si ese tiempo de aprendizaje y crecimiento está dentro de un periodo razonable.

¿Contamos con el tiempo necesario para adquirir las competencias necesarias? Esta es una pregunta esencial para saber si estamos en el camino correcto.

Así que, si hay actitud para afrontar un nuevo desafío, ¡perfecto! Pero recordemos que la aptitud se forma a lo largo del camino. Aprender, practicar y perfeccionar son las claves para pasar de tener potencial a ser competente.

Lo PRIMERO a evaluar es la actitud. Si está presente, continuamos; de lo contrario, la puerta se cierra. Créame, intentar convencer a alguien es una de las mayores pérdidas de tiempo y agotamiento.

En SEGUNDO lugar, evaluamos si el tiempo de aprendizaje se ajusta a nuestras expectativas. Sí es sí, la puerta sigue abierta. Si no, se cierra la puerta.

Y TERCERO, medimos la evolución en conocimientos y experiencia del interesado. Y para eso hay que estar presente. Si se progresa, la puerta sigue abierta, y si no, la puerta se cierra.

¿Mide Usted estos tres aspectos en su empresa?

¿Cuántos de los que deberían haber ingresado están fuera y cuántos de los que están dentro deberían estar fuera?

O, ¿Cuántos de los promocionados no deberían haber sido promovidos y cuántos de los no promocionados deberían haberlo sido?